jueves, 20 de octubre de 2016

Viento lo siento

Cuando el viento sopla así de fuerte se aceleran las cosas. Las nubes se mueven tan rápido que  todo se mueve en cámara rápida. Acelera la lluvia, acelera las copas de los árboles y las luces que tintinean por detrás. Y la vida pasa frente a mis ojos en una tormenta impredecible que agita mi mente. Mi mente que no deja de pensar, que se atropella a sí misma con ideas inconclusas. Que corre y se frena, sopla y se esconde cuando me doy vuelta. A dónde se fue todo ese viento que me empuja. Que me embolsa y se infla bajo mi ropa.

El viento me silva una canción que no logro escuchar bien. Que me suena y no me acuerdo. Y el traqueteo de las ventanas flojas me reta. Las miro pero no les contesto porque después no se callan en toda la noche. Están enojadas porque el viento no pasa. Se filtra y me canta bajito entonces le abro. Me acaricia y se enmudece para arroparse y dormirse en el sillón. 

Su perfume de agua me invita a pasear en zigzag. Inhalo ese domingo de sábanas revueltas, exhalo ese otoño de hojas rojas que mueren por mí. Respiro en su cuello abrazado a un sueño que ahora, sin darme cuenta, es mi almohada rellena de penas y plumas negras.

Suspiro una última vez con aire melancólico y saboreo esos besos lentos que se escurren entre la lluvia que chasquea contra la ventana aplastada por el viento.