lunes, 2 de diciembre de 2013

Ensueño

Cuando Andrea se despertó de su siesta se encontraba en el cubículo de un baño. Se acomodó la espalda y sacudió su cabeza para poder levantarse. Trató de recordar lo último antes de dirigirse al baño pero solo tenía flashes de un viaje en avión con personas que conocía de algún lado aunque estas no la conocieran a ella. Miró su reloj y no podía calcular cuánto había dormido porque no recordaba cúando se había ido a acostar ni en dónde. El mareo de la turbulencia aun le zumbaba en los oídos.
Salió del cubículo algo aturdida, y aunque sabía que del otro lado sólo habría cuatro lavaos y un largo espejo, se detuvo unos segundos a inclinar la cabeza para reconocerse en su reflejo. Su pelo y sus ojos venían de alguna fiesta o un viaje largo o de los dos. 
Se acercó a la puerta del baño y pudo escuchar los teléfonos de la oficina y algunos pasos en la alfombra. Como ya eran la una y media algunos compañeros se iban o volvían de su horario de almuerzo.
Con su mano se respiró un aliento ácido que le subía desde estómago. Sacó un cepillo de dientes y un pomito de dentífrico de su cartera y se acercó al espejo apoyándose con una mano mientras que la otra le hacía bambolear la cabeza. Se volvió a ver en la butaca del avión junto a su compañero de oficina Claudio del lado de la ventanilla. 
Una azafata de rasgos familiares empujaba un carrito e iba dejando bandejas con comida en los asientos. Andrea tenía la sensación de conocer al resto de los pasajeros pero al mismo tiempo no podía visualizar alguna charla casual con ninguno. Todos parecían de buen humor como si el avión acabase de despegar hace no muchas horas atrás. Al ver las bandejitas adivinó el olor de unos ravioles con salsa que le sirvieron a Claudio, que parecían bastante gomosos. Ella buscaba entre sus molares los restos de la media milanesa napolitana con queso reseco y el arroz frío que le había tocado. 
Se enjuagó la boca y de su cartera sacó un pequeño neceser con maquillajes. Se estaba repasando los contornos y algo de base cuando trató de hilar un segmento del viaje. El avión volaba de noche así que los pasillos alfombrados se iluminaban con unas lucecitas de leds de colores. Por los altoparlantes se escuchaba música y algunos pasajeros estaban parados recargándose contra los asientos o sentados en los apoyabrazos, sosteniendo pequeñas botellas de licor y vestidos para la ocasión. En la fila del baño Andrea se reía de algo que Claudio le decía al oído casi gritando porque una canción sonaba muy fuerte. 
Ahora se veía sola frente al espejo y guardaba todo en su cartera. Se alejó unos pasos del lavabo y se peinó un poco. Recordó la agitada respiración de Claudio en su cuello dentro del estrecho baño del avión y se sonrió con su reflejo.
Saliendo del baño podía sentir las turbinas del avión vibrándole en los pies. Desde la cocina de la oficina escuchó la alarma del microondas que giraba los tuppers con sobras de la comida de ayer. Andrea respondía las miradas de sus compañeros con una mueca y levantando las cejas. Con algo de dudas pero dejándose llevar por el impulso de una rutina encontró su escritorio y se sentó. Enderezó un poco su butaca y una descarga de estática le hizo volcar un lapicero que a su vez derramó una botellita de vodka sobre el teclado. 
La azafata del avión se acercó a saludarla y aunque Andrea no recordaba su nombre, su boca sabía que era Romina. Le gritó algo al oído que no llegó a entender por el volumen de la radio que se escuchaba desde el escritorio de Claudio. Igualmente asintió y continuó ingresando datos en la computadora, deseando aterrizar de una vez.