domingo, 6 de noviembre de 2016

Calles Cruzadas

No sé quién diseñó esta maldita ciudad pero tal vez habría que haber pensado mejor antes de asfaltar Callao. Puede que haya sido causa del movimiento de las placas tectónicas mucho antes que hubiese una avenida sobre esa colina pero dale ¡somos personas por el amor de Dios! Por qué nadie pensó que cientos de años después un tipo como yo estaría cuesta arriba murmurando quejas sin sentido camino al banco. 

Si las casualidades no existen entonces mi destino es una mierda. Levanto la vista y veo el horrible tapado de mi ex acercándose a toda velocidad por la vereda empinada. Bajo la mirada y me detengo, camino unos pasos y me vuelvo a detener. Cruzar la calle por la mitad de cuadra no era una opción al menos que sucediera como en las películas yankees donde el protagonista huye por la 5ta Avenida esquivando taxis amarillos que frenan justo antes de atropellarlo. No, no en Buenos Aires.

Ya está sólo a unos metros así que avanzo tratando de esquivar su mirada pero inevitablemente me ve por culpa de un idiota que sí pudo cruzar la calle por la mitad de la cuadra haciendo que los bocinazos desviaran la atención de Brenda en mí dirección.

- ¡Hey, hey! 

Gritaba en la mitad de la calle haciendo que por lo menos 4 personas se dieran vuelta hacia ella y luego hacia mí que seguía puteando entre dientes sin hacer contacto visual. 

- ¡Lucas!

Escuchar mi nombre con su irritante voz me hizo tensar la mandíbula. 

- ¿Brenda? ¡Qué casualidad!

Traté de no lucir muy ansioso pero seguía agitado por la subida. No dejaba de fruncir la nariz que goteaba como una canilla mal cerrada por el otoño. 

- ¿En serio? ¿No me viste? Te acordás de Marcia ¿no?

Cómo olvidarme de su mejor amiga y el chat que leí en el celular de Brenda diciéndole que se merecía algo mejor que yo. 

- ¿Todo bien...? Sí, ni las vi. Venía medio apurado antes que me cierre el banco, así que...

- ¿Le seguís haciéndole cadetería a tu jefe? 

- No Marcia, hace mucho que no, es un trámite personal. –  Mentira – Ahora estoy en el área de producto con Suárez. 

- Ah mirá vos… 

La situación no podía ser más incómoda sobre todo por el desnivel de la calle que hacía que yo luciera más petiso que ella. Así que mi plan de demostrarle que todo había mejorado desde que nos separamos no iba del todo bien. Tal vez si hubiera dicho que iba al Hotel Alvear ¿cómo no se me ocurrió?  

- Vos Brenda ¿en qué andás? 

- Sigo en el estudio, justo venía de una reunión con un cliente en el Alvear Palace. 

Reunión le dicen ahora, en el Alvear. Seguro.

- ¿Cómo?

Creo que estoy pensando muy fuerte. Tengo que decirle algo que le haga inflar la vena.  

- Veo que no cambiaste nada Lucas.

- Perdoná Bren me cierra el banco y estoy yendo a depositar la guita de la lancha que íbamos a comprar ¿te acordás?

- Ah sí, cómo te habías obsesionado con ese bote. 

- Lancha.

- Qué bueno que finalmente tomaste la decisión.

- La hubiese tomado hace tiempo pero bueno…

- ¿Pero qué?

- Nada Bren, ya pasó. Me tengo que ir.

¡Tomá perra! te dolió esa ¿no?

- Bueno Lucas que andes bien.

- Dale vos también. Marcia… 

- Chau.

Camino alejándome todo lo que pueda de aquella situación. No sé si ella sigue mirándome pero no pienso darme vuelta para averiguarlo. La calle empinada me hace sentir como si estuviera atado con un elástico que aún me une a ella. Avanzo con determinación estirándolo todo lo que puedo esperando a que por fin se corte. Me alejo cada vez con más dificultad porque debe estar enredándose entre los autos pero no se corta, me tira hacia atrás y me frena. Estoy agotado, me falta el aire, creo que me voy a desmayar.

- ¡Lucas! ¡Lucas! ¿estás bien?

Abro los ojos con Brenda dándome cachetadas. Estoy en la vereda a un metro de la puerta del banco rodeado de gente que me mira con los ojos muy abiertos. Me duele la cara y el ego, sobre todo el ego. Definitivamente el destino se me está cagando de risa en la cara. 

- ¡Marcia! Pará ese taxi. 

- Ya estoy bien Bren. Dejá.

- Lucas… no estás bien. Te desmayaste sobre un sorete. 

¡Mierda, mierda, mierda!

- Se ve que no es mi día. 

Brenda se ríe y me ayuda a sacarme el saco manchado. Lo envuelve al revés y se lo tira a Marcia dándole instrucciones sobre una tintorería que está cerca y hace entregas a domicilio. 

Me reincorporo de a poco y me subo al taxi con Bren. Ella le indica la dirección de su casa. Yo no digo nada porque ella parece saber mejor que yo lo que necesito. Siempre lo supo.

Así que me dejo llevar por el destino hasta su casa donde un poco de agua y sexo me van a hacer sentir mejor. 




jueves, 20 de octubre de 2016

Viento lo siento

Cuando el viento sopla así de fuerte se aceleran las cosas. Las nubes se mueven tan rápido que  todo se mueve en cámara rápida. Acelera la lluvia, acelera las copas de los árboles y las luces que tintinean por detrás. Y la vida pasa frente a mis ojos en una tormenta impredecible que agita mi mente. Mi mente que no deja de pensar, que se atropella a sí misma con ideas inconclusas. Que corre y se frena, sopla y se esconde cuando me doy vuelta. A dónde se fue todo ese viento que me empuja. Que me embolsa y se infla bajo mi ropa.

El viento me silva una canción que no logro escuchar bien. Que me suena y no me acuerdo. Y el traqueteo de las ventanas flojas me reta. Las miro pero no les contesto porque después no se callan en toda la noche. Están enojadas porque el viento no pasa. Se filtra y me canta bajito entonces le abro. Me acaricia y se enmudece para arroparse y dormirse en el sillón. 

Su perfume de agua me invita a pasear en zigzag. Inhalo ese domingo de sábanas revueltas, exhalo ese otoño de hojas rojas que mueren por mí. Respiro en su cuello abrazado a un sueño que ahora, sin darme cuenta, es mi almohada rellena de penas y plumas negras.

Suspiro una última vez con aire melancólico y saboreo esos besos lentos que se escurren entre la lluvia que chasquea contra la ventana aplastada por el viento.